lunes, 6 de junio de 2011

Sheoldred, la Susurradora





La petición y las poco veladas amenazas de Sheoldred hacían eco como un trueno en mis oídos, aunque hablaba en susurros y yo tenía que acercarme más de lo que me sentía cómodo al escuchar esas temibles palabras. Sabía que este día llegaría– El conocimiento de aquél que Susurra acerca de todo lo que ocurre dentro y fuera de sus dominios es vasto. Fui un tonto al creer que podría escapar de su atención por mucho.

Los Aprendices de la Noche prácticamente me arrastraron a su sala del trono, pasando a todos los tontos formados para una audiencia. Sheoldred sonrió con una sonrisa malévola y retorcida mientras que yo me aproximaba, y ella se deshizo de todos aquellos que se habían reunido a verla.

Cuando solo ella y yo quedamos en la habitación, ella susurró, “Hola, pequeño espía Mirran.”

Me congelé. Mi boca se secó repentinamente y podía escuchar la sangre bombeando hasta mis oídos. No me esperaba que ella fuera a ser tan contundente. Sólo podía asentir en respuesta.

“Sí, yo sé lo que eres. Después de todo, lo sé todo. Tengo una tarea para ti. Quiero que mates a Karn.”

“Quién?” Traté de decir, pero mi voz se perdió. Tragué saliva y lo volví a intentar “Quién es Karn?”

“Karn es el usurpador pretendiendo ser el Padre de Las Máquinas. Está loco y débil y alucina, y necesito que muera para que pueda tomar su lugar.” De nuevo, su contundencia me dejó en silencio. “Claro, si eliges negarte a ésta petición, podría hallarme de pronto sin el peso de un secreto menos.” Sonrió con esa sonrisa retorcida de nuevo. “Mis sirvientes te enseñarán el camino.”

Dos Aprendices de la Noche me arrastraron fuera del salón de audiencias. Tan pronto como cruzamos el umbral del recinto, las masas esperando fuera volvieron a formarse, silenciosas como la muerte. Entonces nos detuvimos y uno de los Aprendices e la Noche apuntó a la ciudadela a la distancia, empujándome entonces en esa dirección. Ahora nunca podré regresar a casa, pensé.

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